
Alicia, al girar la cabeza, sintió como la infinidad se cernió sobre ella. Desafiante, el camino se postraba como perfecto, el aire se movía con suave monotonía, la tierra no mostraba contrastes de color, los árboles erguidos se mantenían a fuerza de voluntad. Desconcertada, Alicia volvió a mirar a su alrededor, desesperada, preguntó a uno de los muchos que podía responderle.
- ¿Sabe usted dónde estoy?- preguntó Alicia con amable cortesía.
- Sí.- contestó el viejo y sabio árbol con certeza. – Te encuentras en el lugar en el que crees nunca haber estado, pero en el que nunca has dejado de estar.
Confundida al recibir la respuesta y pensando que, desafortunadamente, insistir en la pregunta no le llevaría a nada excepto a postrarse como redundantemente ignorante, pensó en hacer otra pregunta para poder así, medrar en su conocimiento acerca del lugar.
- Podría usted decirme, ¿por qué si giro la cabeza no veré más que una barahúnda de árboles caídos y en cambio, si miro hacia delante veo la alegría de la vida arbórea?- preguntó exasperadamente Alicia.
- Querida forastera, dada la efímera duración de tu visita, te explicaré por qué, erróneamente, crees que este lugar se rige por las manillas de la dirección. Al igual que en medio del océano, este lugar está encadenado a una corriente, a un devenir, del que tristemente todos somos prisioneros. Inexorablemente, a lo largo de este interminable recorrido de dos direcciones y un solo sentido, unos caen y otros esperan caer. Vivimos nuestra vida arraigados a la muerte, esclavos del tiempo.
Una vez más, la prolijidad y la complejidad de las palabras del árbol dejaron anonadada a Alicia. El análisis que estaba llevando a cabo de aquella realidad era demasiado superficial para poder comprender su verdadera esencia. De pronto, su curiosidad salto sobre ella como un felino sobre su pasiva presa, resultando en la elaboración de una nueva pregunta, esta vez directa y angustiosamente irritada.
- Oiga, ¿puede decirme sin ambages qué lugar es este?
Doblegándose ante el ímpetu de la pregunta, el árbol finalmente contestó a la pregunta.
- Caminas el largo e inevitable camino de la eternidad, amparado por el bosque de la vida.- contestó impasiblemente el árbol.- Lo que conscientemente se postra como una duda ante ti, inconscientemente se muestra como la respuesta de todo aquello que nunca has sabido explicar, pero siempre has sabido comprender. Todos estamos impregnados de la esencia de la eternidad, al igual que ella está empapada con la esencia de cada uno de nosotros. Sin embargo, somos más importantes para ella, que ella para nosotros, puesto que sin la vida, ¿qué sería de la eternidad?, no sería eternidad infinita mas que para ella misma. No habría nada a lo que pudiese aplicar su cruel e ineludible devenir.
Alicia, deslumbrada por las enrevesadas, pero bien logradas palabras de su nuevo confidente, prosiguió a analizar en profundidad su situación y el lugar en el que estaba para poder así, alcanzar una resolución satisfactoria.
- Y… Si bien ando el camino que no debería andar, que entiendo aun sin comprender, ¿cómo es que puedo elegir la dirección y el sentido en el que caminar?- preguntó pertinentemente Alicia.
Con una mirada serena, el árbol dejó entrever una mirada comprensiva.
- Abre el cristal cárnico que separa los sueños de la realidad y obtendrás tu respuesta.
25/03/2007
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